Reset Password
If you've forgotten your password, you can enter your email address below. An email will then be sent with a link to set up a new password.
Cancel
Reset Link Sent
If the email is registered with our site, you will receive an email with instructions to reset your password. Password reset link sent to:
Check your email and enter the confirmation code:
Don't see the email?
  • Resend Confirmation Link
  • Start Over
Close
If you have any questions, please contact Customer Service

Sinfonía en tres movimientos  

azulzelezte 55F
0 posts
9/22/2013 4:32 pm
Sinfonía en tres movimientos

Llegó puntual a la cita, estrenando auto. Me subí y le di un beso. En el estéreo sonaba el “Claro de Luna”, lo que me puso de buen humor; estiré mi mano y la puse en su entrepierna, dándole un cálido apretón a manera de saludo. Alcanzó a sonreírme antes de ponerse en marcha. Dejé mi mano ahí mientras Beethoven daba paso a un tango llamado “Por una cabeza”, ¡mira qué apropiado! Al ritmo del tango seguí acariciándolo y apretándolo, dejándome llevar por la sensualidad de la música del violín, hasta que él, aprovechando la luz roja de algún semáforo, acercó sus labios a los míos, ofreciéndome su lengua; excitada, la succioné con avidez, saboreándola, al tiempo que mi mano se movía rítmicamente, sobando y apretando. El sonido del claxon atrás de nosotros nos hizo volver a la realidad, mientras comenzaba a escucharse el Waltz número 2 de Shostakóvich, ¡vaya variedad!, ¡y qué buen comienzo!
Estábamos en el Viaducto, atrapados en el tránsito cotidiano, pero los polarizados vidrios del auto me permitieron bajarle el cierre del pantalón y sacar su pene, deliciosamente erecto y caliente. Me desprendí de su salvaje beso, le sonreí con picardía, bajé la cabeza, pasé mi nariz por toda la extensión de su mejor amigo y lo toqué con la lengua; primero la puntita, tanteando el terreno. El sabor salado fue una invitación a ir más allá; siempre había deseado escuchar música seductora mientras mi boca estaba ocupada en el placer más divino; y entonces me dije: ¿para qué esperar? En forma abrupta, me lo metí todo en la boca. Su dueño gimió y se retorció de placer al sentir la calidez y el apretón de mis labios; se reclinó un poco más en el asiento, me lo saqué de la boca y empecé a lamerlo lentamente, pasando mi lengua desde la base hasta la punta, mientras la música me motivaba a succionar. De nuevo, me lo metí en la boca y comencé a sacarlo y meterlo de manera rítmica, con lentitud, como el vals me iba llevando, hasta que sentí sus manos en mi cabeza, sosteniéndola con suavidad pero con firmeza, aumentando la velocidad de mis movimientos bucales hasta que sus jugos empezaron a inundar mi boca.
Nos olvidamos entonces del cine y de cualquier otro plan. Nos salimos a la lateral del Viaducto y poco después entramos en un motel supercaro que, sin embargo, vale muchísimo la pena. Apenas cerramos la puerta conectó de nuevo su Ipod, se sentó en la cama, me sentó a horcajadas encima de él, acariciándome las nalgas con la mano derecha, mientras la izquierda batallaba con mi blusa, buscando su tesoro más preciado. Por fin lo encontró, aprisionado por el sostén; lo acarició por encima del encaje, metió la nariz entre mis torres gemelas y comenzó a olerlas, fascinado. Finalmente tomó ambos pezones entre sus dedos y les dio un pellizco que me hizo saltar, pero que aumentó mi excitación; me quitó la blusa con desesperación, casi me arrancó el sostén, me sobó los desnudos pechos con las dos manos y los masajeó en círculos. Sus dedos largos y suaves tomaron mis pezones, los pellizcaron y jalaron, provocando más gemidos; luego acercó la boca a uno de ellos, sacó la lengua y empezó a lamerlo en círculos. Volví a sentir su erección. Me levantó aún más la falda, que ya tenía en la cintura, y quiso quitarme la tanga, pero pronto vio que no había necesidad: la tirita de tela que me cubría era tan delgada que bastaba con hacerla a un lado para quedar totalmente expuesta; tan pronto lo advirtió acarició mi monte de Venus, liso y suave, y se deslizó con voracidad hasta la entrada de mi tesoro, gimiendo al sentir mi humedad. Metió un dedo y lo movió en círculos, provocando que mi cuerpo reaccionara ante su lujuria. A lo lejos escuchaba una melodía divina, creación de Eugen Doga: “Grammofon”, que llenaba mi cuerpo. Tan concentrada estaba en acompasar mi respiración a tan bellos acordes que no advertí cuando la lengua que rodeaba mi pezón dio paso a un mordisco, haciéndome gritar por la sorpresa. El dolorcillo que sentí se convirtió en una descarga eléctrica, que fue llenando todo mi ser; de un tirón lo saqué de su boca y le ofrecí el otro, para recibir el mismo trato; eso lo puso más caliente aún, porque sin miramiento se lo metió a la boca y lo mordió, provocando de nuevo esa corriente eléctrica de placer inimaginable.
Así estuvo un rato, deleitándose con el sabor de mis pezones, hasta que su miembro alcanzó la dureza ideal. Entonces se me echó encima: puso sus labios sobre mi monte, olisqueó la zona y empezó a lamer en círculos alrededor de mi vagina, lenta y suavemente, como sabía que me gustaba. Para entonces se escuchaba el dulce compás de “The Lonely Shepherd”. La combinación de esa música y la lujuria era enloquecedora; cuando sus labios se posaron sobre mis labios vaginales, hicieron que levantara la cadera de puro placer. Grité, y eso lo animó a ir por más; empezó a lamer y a succionar mis labios, saboreándolos lentamente. El calor de su lengua aumentó mi excitación. Aumentó el ritmo de su lengua, haciendo que me retorciera. Chupó, lamió y metió su lengua dentro de mi vagina, mientras sus manos acariciaban mi pecho y sus dedos apretaban mis pezones, que, erectos, suplicaban la atención de su boca. De repente, se separó de mí y me pidió que me pusiera boca abajo. Obedecí. Alzó mis caderas, poniéndome de rodillas, apoyada sobre mis codos, y me separó las piernas; se quedó unos segundos contemplando mi trasero, que en su posición elevada lo alentaba a cogerme ahí mismo y sin miramientos. Pero no lo hizo: alargó las manos y empezó a sobarme las nalgas con lascivia; deslizó suavemente los dedos entre ellas, tanteando el terreno; metió la cabeza entre mis nalgas y sentí su cálido aliento; después, el roce de sus dedos separándome los labios vaginales. No podía más, me estaba volviendo loca la espera. Pasó su lengua nuevamente por mis labios, incitándome, después sus labios aprisionaron los míos y comenzó a chupar, primero con exasperante lentitud, luego ávidamente; su lengua entraba y salía, mientras sus manos sobaban y pellizcaban mis nalgas. La sensación era indescriptible. El hecho de no poder ver lo que estaba haciendo me excitó a tal grado que sentía que podía explotar en cualquier momento. “¿Te gusta?”, preguntó. Mi respiración entrecortada no me dejaba articular palabra, pero mis gemidos contestaron por mí. Escuché su risita de satisfacción y continuó con su labor, lamiendo, succionando y chupando con avidez. Sin esperarlo, metió un dedo hasta el fondo y comenzó a sacarlo y meterlo con lentitud, aumentando la velocidad; enseguida volvió a meter su lengua en mi vagina, chupó y lamió sin descanso hasta que ya no pude más y, casi entre sollozos, sentí que mi cuerpo estallaba cual fuegos artificiales y se desplomaba sobre la cama, desmadejado por el intenso orgasmo.
Después de largos segundos, jadeando, me di la vuelta. Sonaba “Lacrimosa”, de Mozart; qué relajante después de la explosión de placer que sentí. Se acostó junto a mí y me preguntó: “¿Qué tal estuvo, cielo?”, pero no le pude contestar porque aún estaba disfrutando de la sensación, que se negaba a abandonarme. Se levantó y preparó el jacuzzi, mientras me perdía dentro de la melodía. Por fin se acercó a mí, me tomó de las manos y me llevó a la tina. El agua estaba muy rica y llena de espuma. Tomó asiento dentro de ella y me senté frente a él, dándole la espalda. El baño estuvo delicioso. Por las dimensiones de la tina preferimos simplemente relajarnos, disfrutando las delicias del agua y el cosquilleo de la espuma. Cuando comenzó a acariciarme los pechos, incitándome de nuevo, decidimos salirnos del agua. Me secó vigorosamente con una toalla muy gruesa y traté de hacerle lo mismo, hasta que acabamos abrazándonos encima de la cama. Acaricié su espalda, su pecho, sus nalgas; las burbujas del agua habían hinchado tanto su miembro que no podía ignorarlo, de modo que me deslicé hacia abajo y nuevamente lo metí en mi boca, saboreándolo, lamiéndolo, chupándolo; lo introduje hasta el fondo de mi boca, de tal modo que alcanzó mi garganta. Sentí su cuerpo vibrar. Sus gemidos me excitaron otra vez; comencé a sacar y meter su miembro erecto cada vez más rápido, al ritmo de “Dance with de Balamb-Fish”, escuchando su respiración entrecortada; me lo saqué de la boca, pasé la punta de mi lengua por su puntita y bajé a sus testículos; los lamí lenta y lujuriosamente, me metí uno a la boca y jugué con él, pasándole mi lengua también; luego el otro. Me senté a horcajadas e inesperadamente, sin ponerle el condón, introduje su pene en mi vagina, moviéndome en círculos, lentamente. Era un juego peligroso, pero en ese breve lapso estaba dispuesta a todo. Me salí y volví a entrar una, dos veces más, traviesa, mientras él me sonreía, sin retirar las manos de mis pechos. Aumenté la velocidad, sintiendo en mi interior crecer de nuevo ese fuego. Sus gemidos empezaron a crecer en intensidad, al igual que el apretón de sus dedos sobre mis pezones, que, erectos, ansiaban sus labios; le pedí que se incorporara y adivinó mi necesidad. Mirándome a los ojos, sonrió pícaramente y se abalanzó sobre uno de mis pechos, ávidamente, mordiéndolo, succionándolo, mientras su mano acariciaba y pellizcaba el otro. Se acostó de nuevo, me agarró de las caderas, ayudando a mis movimientos a ser más frenéticos. Sus gemidos aumentaron en intensidad, por lo que, sin previo aviso, me salí de él antes de que estallara. Abrió los ojos, sorprendido, y le dije: “no, quiero que termines dentro de mí, pero en tu posición favorita”. Me di la vuelta, me puse de rodillas y le mostré mis carnosas, suaves y firmes nalgas, listas para ser penetradas. No aguantó más: apenas alcanzó a ponerse el condón antes de penetrarme lujuriosamente, metiendo y sacando su miembro con desesperación, mientras sus manos me daban de nalgadas. (“¡Cielo, pero qué buena estás! ¡Me encantas!”, creo que dijo). Siguió empujando con frenesí hasta que sentí que estaba a punto de explotar, porque su miembro aumentó de tamaño y grosor; eso me calentó aún más, por lo que seguí empujando mis nalgas hacia él con salvajismo, mientras la música, adivinando la explosión en ciernes dentro de nuestros cuerpos, llegaba a su clímax. Sentí una última nalgada que provocó un estallido de placer en mi interior; aullé de placer mientras, al mismo tiempo, él gritaba mi nombre y empujaba y empujaba sin freno hasta que ya no pudo más y explotó dentro de mí. Sentí su pene moverse furiosamente, liberándose de la tensión, gozando con intensidad de su orgasmo. Me seguí moviendo de manera frenética al tiempo que me decía: “¡cielo! ¡No pares!”, y no paré, hasta que se desplomó sobre mis nalgas y caímos exhaustos sobre la cama, a punto del desmayo. Permanecimos así unos minutos, disfrutando del peso de su cuerpo y sus labios en mi nuca, su respiración agitada erizándome la piel. Se alzó un poco, me besó en la mejilla y nos acomodamos de tal manera que quedé entre sus brazos, escuchando el ritmo acelerado de su corazón; después de unos minutos le di un beso tierno en los labios y seguí disfrutando de sus dedos acariciándome la espalda. Cerré los ojos mientras susurraba suavemente que estaba enamorado de mí. No le contesté. Sólo disfruté por completo “Dance of the hours”, de Ponchielli. Después volvimos al<b> jacuzzi.
</font></b>Por cierto, me regaló esas melodías… con todo y Ipod.


fernandale 53M
19 posts
9/27/2013 11:21 am

Cielo eres tan buena escritora que uno revive esos momentos solo de leerlos uff, es una excelnte lectura, besos


azulzelezte replies on 9/27/2013 11:28 am:
Jajajajaja muchas gracias fernandale, que bueno que te gusto. un beso

azulzelezte 55F

9/27/2013 11:31 am

Muchas gracias fernandale, que bueno que te gusto. un beso


otrorhone 54M
4 posts
10/23/2013 1:03 pm

El que no tenga una erección con tal detalle de relato es porque es de hielo o es gay!!! que buena historia Azul, eres toda una maestra...


azulzelezte replies on 10/24/2013 3:44 pm:
Muchas gracias otrothone. Besos

nornan22 67M
301 posts
10/28/2013 1:01 pm

HOLA, TE FELICITO POR LO AGRADABLE QUE ESCRIBES, ME GUSTO TU BLOG.


Become a member to create a blog