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| Blogs > jrkingshow > Confesiones de un mironcillo |
Cuando hay ganas, cualquier sitio es bueno....
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Cuando hay ganas, cualquier sitio es bueno.... Te sigo por el pasillo de casa mientras te paseas descalza, ataviada tan solo con un albornoz. Me acerco y te sobresalto cuando me acerco por la espalda y huelo la fragancia de la piel de tu cuello bajo la oreja derecha. A tu espalda, paso las manos delante tuyo y desanudo el cinturón del albornoz: los faldones caen libres a los lados. Giras con intención de reprochármelo y en el mismo giro introduzco hábilmente las manos en su interior, asiendo ambos lados de tu cintura. Quedas frente a mi y siento tu mirada chispear entre la ira y la excitación. Te miro a los ojos desde la mínima altura que alzo más que tu, y desafías mi mirada. Subes tus pies descalzos a los mios y de puntillas, llegas a mi nivel. Pegas tu cuerpo al mio pasándome las manos por detrás del cuello. Sonríes torvamente mientras tus ojos siguen chispeando. Te apoyas sobre las puntas de tus pies apoyandote en los míos con dureza, y provocas que abra ligeramente la boca para emitir un ligero quejido. Acercas tu rostro y mis ojos parecen hundirse en los tuyos, aprovechas mi boca abierta para morder el labio inferior con cierta dureza. Bajas una mano hasta mi pelvis e intentas contenerlo todo en ella, agarrandolo con fuerza. Siento minúsculos impulsos eléctricos pasear por la base del tallo de mi pene. Veo como tus pupilas se dilatan y siento como tu mano aprieta su contenido, invadiéndome una punzada de un tenue y delicioso dolor. Me besas duro para acallar mi posible queja. Mi mano derecha deja tu cintura para propinarte un sonoro cachetazo en la nalga a modo de castigo. No tengo más que oir el sonido para saber que te escocerá. Paso a magrear tu culo. Es entonces cuando te abrazas fuertemente a mi cuello y de un saltito, rodeas mi cintura con tus piernas. Sostengo parte de tu peso sujetandote por las nalgas, para no te deslices hacia abajo. Desde tu posición ahora predominante, tiras de mi pelo con ambas manos y devoras mi boca con fruición. Ando a ciegas contigo encima por el pasillo, hasta llegar al salón (con bastantes complicaciones), y sentarte en la mesa alta que utilizamos a veces para comer. Te tumbas de espaldas sobre ella y rodeas mi cintura con tus piernas de nuevo. Me clavas los talones en las nalgas, atrayendome hacia ti. El albornoz abierto parecen los pétalos de una flor y en el centro se halla el delicioso néctar esperando, tu. A estas alturas, tu sexo está encharcado y mi pene pulsante, embravecido, con lo que no me es difícil penetrarte hasta el fondo con facilidad. Atraes mi cadera fuertemente y no dejas que salga de ti. No rompes la conexión visual mientras echas los brazos hacia atrás y te desperezas sensualmente con una sonrisa torva. Jugueteas pasando la lengua sensualmente por tus labios, provocándome. Tras arduo esfuerzo, gano la batalla y consigo que mi cadera tenga suficiente recorrido para la penetración reiterada, tiras la toalla y cambias de táctica. Abres tus piernas, alargas tus manos y aferras mis nalgas con fuerza. Vuelves a cerrar tus piernas alrededor de mi cintura, ejecutando un 'doble candado'. Me es más difícil, pero mantengo parte del recorrido que mi cintura ejecuta y puedo penetrarte a un ritmo bajo, pero cada vez más duro aprovechando la fuerza que haces atrayendome. Cierras los ojos y cada embestida te arranca un gemido, tu fuerza merma por momentos. Al poco, solamente hago fuerza yo y arranco un pequeño gritito en cada embestida. Tienes el tiempo justo para tomar aire entre empellón y empellón. Cuando notas por mis gemidos que estoy a punto de llegar, me aprisionas de nuevo con piernas y manos y haces que me corra dentro de ti. Mi gruñido animal y sentir el torrente cálido dentro, hace que llegues tu también al orgasmo entre sonoros gemidos. Me derrumbo encima de ti y te abrazo. Mientras recuperamos el resuello acaricias mi pelo y besas mi cabeza. Parece que esta vez si teníamos ganas... |
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Efectivamente, todo se convierte en una   Un beso sin hueso
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