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Tardes veraniegas...  

jrkingshow 51M
2016 posts
9/27/2015 1:02 pm

Last Read:
11/30/2016 4:55 am

Tardes veraniegas...

Es una cálida tarde de verano muy luminosa y estamos en una terraza a la sombra, bebiendo unos refrescos.
Me hablas de esto y de aquello, pero el olor de tu piel provoca que mi mente divague hasta el punto de no escuchar ni una sola palabra de tu conversación.

Cuelo mi mano bajo tu falda y palpo la suavidad de la cara interna de tu muslo; pareces hacer caso omiso.
Rozo pausadamente tu muslo con el anverso de la mano un buen rato, hasta que me animo y acabo haciendolo con la palma, sintiendo la calidez de la piel, estrujándolo esporádicamente para entrecortar tu conversación y provocar ligeras contracciones en tus piernas.

Acerco mi mano hacia el nacimiento del muslo y paso dos dedos bajo el inconfundible tacto de tu braguita. El vello de ambos brazos se te eriza y tu charla se torna errática: intuyes mi juego.

Pinzo con ambos dedos el borde de la braguita y la acaricio arriba y abajo, rozando adrede la piel que cubre.
Decido ser menos sutil y rozo tu vulba por encima de la braguita: tu conversación se trunca abruptamente y te muerdes el labio inferior acallando el arrebato de pasar a la acción que te inunda.

Dejo caer mi mechero cerca de tus pies, me inclino a recogerlo y te propino un mordisco en la cara interna del muslo que te provoca un estentóreo espasmo por la sorpresa.
Acabas tu bebida y tiras de mi mano para levantarme y guiarme en dirección al coche.

Es una tarde de verano inclemente, hace un calor abrasador y no hay nadie a la vista: no me extrañaría nada ver ranas con cantimplora.

Abres las puertas traseras y dejas que el coche pierda temperatura, porque aunque lo has aparcado a la sombra de un árbol rodeado de
setos, el calor que desprende no es cosa de risa.

Apoyas tu hermoso culo en el asiento de atrás mientras te descalzas, te desprendes de las braguitas y apoyas tu delicia de pies en el marco de la puerta.

Me miras, abres y cierras tus piernas groseramente y silbas para que me acerque, como si de un perrito me tratase: 'Ven buffy, ven'.
Hago un poco el payaso y me acerco a cuatro patas resoplando con la lengua fuera, emitiendo ladridos-bufido (¡bouffff, boufff!).
Cuando tengo la cabeza entre tus piernas, apoyas tus piernas en mi espalda, tus manos en mi cabeza y la comprimes contra tu coño diciendo: 'lame, buffy, lame'.

Comienzo liviano: la punta de mi lengua recorre tu coño hidratándolo, lento, pausado, de arriba a abajo con pautas que hace que cada subida o bajada se ejecute por una 'vertiente' distinta de sus pliegues. Los exploro unas cuantas veces hasta que ganan consistencia hinchándose un poquito.
Apoyas tus talones en mi espalda y agarras mi pelo con ambas manos: tu respiración se entrecorta.

Paulatinamente mis lametones pasan a ser más briosos y profundos. Dedico especial atención al clítorix y a la entrada de tu vagina, que tras empezar a humedecerse, sabe deliciosa.
Tus talones se clavan en mi espalda y tus manos comprimen mi cabeza contra tu coño con relativa fuerza: emites tímidos gemidos.

El sabor de tu coño es delicioso y quiero más, asi que:
- Con los labios comprimo tu clítorix, tiro de tus labios mayores y sorbo tu rajita con dedicación.
- Con la lengua lamo sus pliegues, la ahuso para dar toquecitos al clítorix y la aplano para recorrer tu coño de arriba a abajo con relativa presión.
- De vez en cuando soplo aire frío, o vaho cálido para variar la temperatura antes de aplicar el siguiente estímulo.
-Consigo que de tu coño mane más deliciosa ambrosía que me sabe a gloria.

Las plantas de tus pies están apoyadas ahora por completo en mi espalda, sus dedos comprimen la piel que tocan y tus manos se aferran a mi cabellera con fuerza: gimes ya de manera abierta mientras sigo libando la deliciosa fruta.

Te sobreviene un orgasmo, pero lejos de parar no cejo en las atenciones, que aunque más suaves, deben de hacer que el clítorix te duela un poco al estar todavía muy sensible.
Arqueas la espalda y balanceas la cadera arriba y abajo, golpeas mi cabeza y con las manos la empujas intentando liberarte de la boca que te atormenta, pero careces de suficiente fuerza y cada vez tienes menos.

Te rindes al fin y tras dejar que mi boca te lleve a un segundo orgasmo, te libero de su vampírico festín.

Tus muslos rodean mi cabeza y permaneces tumbada de espaldas en el sillón trasero del coche intentando recuperar el resuello.
Cojo tus piernas por los tobillos y manteniéndolas delante de mi, te follo desde esa posición: tu cara es un poema cada vez que sientes mi polla penetrar lentamente tu coño, saboreándolo.

Pequeñas contracciones inundan tu vagina, que a su vez se reflejan en mi pene y hacen que lo deguste con sumo placer.

Paso a hacerlas tan profundas que toco fondo, pero no subo aún la intensidad de las mismas, para que disfrutemos ambos de mi glande resbalando por cada nervadura interna de tu vagina.

Hay un punto que te hace vibrar de modo distinto: tras tenerlo bien localizado, lo ataco con decisión.
Subo la intensidad de las embestidas y concentro el mayor roce posible en ese punto.

Te agarras las piernas con fuerza por los muslos, como si te agarrases a un salvavidas y yo por mi parte aumento la rudeza de las embestidas.
Tu cara enrojece y tus gemidos amenazan tornarse gritos: te tapo la boca con una mano mientras sigo embistiendo.

Amortiguado el sonido, gritas y gimes sin pudor haciendo que hilos de saliva pasen entre mis dedos mientras te follo a ritmo demencial.
Llega un momento en que tu cadera se mueve acompañando mis embestidas para provocarlas más fuertes, pero dura poco porque explotamos ambos en un orgasmo que nos deja vacíos.

Dejas caer flácidos tus brazos hasta el asiento, y al abrir los ojos me ves boquear encima de ti con el torso apoyado sobre tus muslos.

Nos damos un profundo beso, devorándonos la boca hasta perder el aliento.

Mmmmmm, que tardes...


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